Por Ramsés Ancira
Por segunda vez en una “confesión de prensa”, Isabel Miranda de Wallace reveló que usa métodos ilegales para manipular y obstruir a la justicia, lo que en sí es un delito tipificado por el Código Penal Federal; pero no se necesita ser abogado, ni siquiera demasiada inteligencia, para entender que la constructora del montaje más escandaloso del siglo XXI incurre en varios delitos más, relacionados con la corrupción; y probablemente el uso de troyanos y virus cibernéticos.
A confesión de parte relevo de pruebas, dice un adagio judicial. Tiene su lógica, siempre y cuando esta confesión no sea producto de torturas. Los tormentos judiciales son una costumbre histórica en los penales federales y regionales, que inició en 1521 con la llegada a La Nueva España de la Santa Inquisición, en 1569; continuó en la Independencia, como puede verificarse con el caso de Fray Servando Teresa de Mier; en la Revolución, la cual ejemplifican los hermanos Flores Magón; y se ha prolongado a través del tiempo que México ha tenido un sistema de partidos, incluso hasta el 2021, a tres años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Por favor no se moleste en hacer cuentas, si restamos al año 2021, el de 1569, que, como le recordamos, fue cuando se implantó la Inquisición en Nueva España, el resultado es: 452 años. Claro podríamos irnos un poco más atrás y recordar cómo le quemaron los pies a Cuauhtémoc, para que confesara donde estaba el oro. Pero mejor nos quedamos con ese número que es un poco más fácil recordar.
Las torturas de Isabel Miranda de Wallace han sido más crueles que las que le propinaron a Cuauhtémoc. Que sepamos, a él no lo violaron españoles con gonorrea. Además, según nos deja saber la historia, la quema de pies de Cuauhtémoc, que según la leyenda declaró no estar en un lecho de rosas, solo fue de un día.
Estos suplicios medievales que incluyen violaciones tumultuarias a por lo menos dos mujeres, y con un tolete de policía a un hombre, además de reiteradas golpizas, se han prolongado por más de 15 años; los cuales no han sido suficientes para que estas “malvadas” y “malvados” puedan siquiera inventar algo creíble sobre el paradero de los restos de Hugo Alberto, quien en la vida real (la que se desarrolla fuera de la cabeza de la Wallace) dio pruebas de vida, por lo menos dos años después de su presunto desmembramiento.
Regresemos a la audaz declaración, quizás “cínica” sería un mejor sustantivo, de Isabel Miranda de Wallace a los medios informativos:
El pasado martes 13 de julio, Miranda realizó una conferencia de prensa, y cito, textual, la información de El Universal: “Acusó al titular del Instituto Federal de Defensoría Pública, Netzaí Sandoval Ballesteros, hermano de la exsecretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, de presionar al juez Primero de Distrito de Procesos Penales Federales en la Ciudad de México para dejar en libertad a Brenda Quevedo Cruz, cuya participación en el secuestro de su hijo, Hugo Alberto Wallace Miranda, está acreditada”. (Permítame gentil acompañante en el recuento de estos hechos, reiterar, poner en negritas, entre comillas y cursivas estas dos palabras “está acreditada”
Y se pone más interesante: Miranda de Wallace precisó que Netzaí, titular de la Defensoría Pública Federal se comunicó con el juez que lleva el caso a través de la plataforma virtual Zoom y que lo hizo fuera del horario de trabajo.
Ahora le invito a jugar al detective Ellery Queen, a Sherlock Holmes o a Hércules Poirot, el investigador real o ficticio de su preferencia. Bueno, usted disculpe. Si no le gusta la literatura, recurramos a Descartes y usemos el recurso filosófico, el método de la duda para responder esta pregunta ¿Quién le dijo a Isabel Miranda de Wallace lo que hablaron el juez y el jefe de la defensoría pública federal?
Premisa mayor: El juez está comprado y después de hablar con Netzaí, le llamó a Miranda de Wallace para informarle de esta conversación.
Premisa menor: Netzaí se puso de acuerdo con Wallace para que esta lo criticara en público y simular su ineficiencia alegando que su jefe, el ministro Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte de Justicia, le impedía hacer su trabajo. O bien, Isabel Miranda de Wallace tiene a su disposición un sofisticado equipo de espionaje que le permite hackear llamadas de Zoom y conocer su contenido.
Conclusión: Isabel Miranda de Wallace, sea por vía del tráfico de influencias, la corrupción del poder judicial o el espionaje, viola la ley.
Pero además se da el lujo de amenazar al propio presidente de la Suprema Corte de Justicia a quien le dice, y vuelvo a citar la nota de Manuel Espino en El Universal “Hoy le solicito respetuosamente, no permita que se presione a jueces y magistrados, por parte del titular del Instituto Federal de Defensoría Pública, es decir que no utilice el influyentismo del que presume Netzaí Sandoval
“Ejemplo de ello es la reunión que tuvo vía zoom con el juez de la causa, para presionarlo cuando esto no es su función; incluso presentándole una queja ante el Consejo de la Judicatura Federal”,
Isabel Miranda usa el viejo rito de gritar ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, al mismo tiempo que usa el “influyentismo” para, en sus propias palabras, presionar a jueces y magistrados de manera que se olviden de la ley y hagan lo que ella les ordena. ¡Faltaba más! ¡Si ella es la mamá de los pollitos, capaz de ordenar lo que deben hacer los directores de los reclusorios, e incluso el propio Renato Sales Heredia, el flamante presidente municipal electo de Campeche, por el partido Morena, quien, como ex comisionado nacional de seguridad, permitió que la “afligida madre”, torturara a sus acusados tantas veces como se le dio la gana!
No olvidemos que, en otra confesión de prensa, ésta en exclusiva para la agencia Notimex: Isabel Miranda declaró: “Sí los mandé torturar ¿y qué? Pude haberlos mandado matar”.
Para terminar con el tema y con ánimo de amarrar navajas, Isabel Miranda de Wallace dijo sin decirlo que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un mentiroso, porque según sus propios datos, el secuestro en México si está en aumento.
Bitácora suplementaria:
Con la ayuda de algoritmos Netflix confecciona documentales que nos tocan. Los más recientes, sobre el asesinato de Manuel Buendía y la masacre de migrantes de San Fernando. La empresa pionera cumple su papel de entretener e informar, pero no transforman ni cambian nada.
Eso nos toca a los periodistas, pero no lo hacemos, sea por falta de convicción, por tomar partido en cosas mucho menos importantes e incluso por falta de dinero para reportajes de investigación. Esto, que hacen la televisión pública francesa, la alemana o la inglesa, solo por mencionar algunos ejemplos, aquí lo evaden Jenaro Villamil, @Notimex y @John Ackerman en @Canal11; un poco menos el @Canal22. Estos medios públicos utilizan la mayoría de sus recursos no para denunciar, no para la democracia, sino para construir espejitos donde el presidente se vea bonito. Eso es traición de Estado, al presidente López Obrador y a los contribuyentes que sostenemos los medios públicos.
El añorado escritor y catedrático René Avilés Favila escribió El Gran Solitario del Palacio para describir a Gustavo Díaz Ordaz. Con Jesús Ramírez Cuevas, Sanjuana Martínez, Rafael Barajas “El Fisgón” y Epigmenio Ibarra como sus únicos referentes, López Obrador es el hombre más desinformado del Palacio, por eso dice despropósitos como lo de Aguililla, donde pone en el mismo saco, a los sicarios pagados por el narcotráfico para agredir a la Guardia Nacional, que a la población encabezada por el párroco, la cual realizó una peregrinación para pedirles que se pongan a trabajar, pues de nada sirven encerrados en los cuarteles, mientras permanecen cerradas todas las vías de comunicación.
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